
En medio del bullicio de la ciudad y entre el vaivén del transporte público, dos raperos han encontrado un escenario inusual pero poderoso: los camiones urbanos. Se trata de Emezeta Hernadez, originario del Estado de México, y Cherry Seif, rapera local sanjuanense, quienes recorren las calles rimas en mano, ofreciendo a pasajeros cotidianos un viaje distinto, acompañado de versos y beats.
Ambos artistas comenzaron su amor por el rap desde temprana edad. Cherry descubrió su pasión tras participar en concursos de poesía en secundaria: “Me di cuenta que a mi poesía le podía poner música. Conecté con lo que escribía y entendí que el rap era mi camino”, relata. Para Emezeta, el rap fue su refugio emocional: “Siempre fui un niño reservado. El rap me permitió expresar lo que no podía decir en voz alta. Fue como liberar lo que traía dentro”.
Aunque sus caminos en la música han tenido pausas, conflictos familiares y dudas sobre el futuro, tanto Cherry como Emezeta han decidido apostar por su vocación artística. “Yo quería estudiar arte, pero estudié otra cosa para complacer a mis papás. No era feliz. El rap siempre volvió a mí”, confiesa Cherry. Ahora, como madre de dos hijos, su objetivo va más allá de los escenarios: “Quiero demostrar que sí se puede vivir de esto. Que mis hijos vean que vale la pena luchar por los sueños”.
Para Emezeta, uno de los mayores retos ha sido la disciplina y tomar decisiones correctas en el camino. “Durante mucho tiempo no tuvimos enfoque, pensábamos que era solo un hobby. Pero ahora buscamos mejorar, prepararnos y dar un show con respeto al público, porque no sabemos quién nos está escuchando”.
Su decisión de llevar su música a los camiones no solo responde a una necesidad económica, sino a un compromiso con su arte y con la gente. “Subirnos al camión es practicar, mejorar cada día. Nos recuerda por qué hacemos esto: para nutrir el alma”, dice Cherry. “No es solo rutina. Cada ruta, cada pasajero, cada momento es distinto. Vemos realidades que nos inspiran a seguir escribiendo”, agrega Emezeta.
Con beats descargados de internet, letras sinceras y un espíritu callejero, estos dos artistas han convertido los pasillos de los autobuses en su plataforma. Su mensaje es claro: el arte urbano puede florecer en cualquier rincón, incluso en medio del tráfico. Y mientras haya oídos que escuchen y corazones que conecten, ellos seguirán rapeando… hasta que cante el último gallo.
